domingo, 12 de mayo de 2013

De la niñez y de la Delincuencia

Pedro es un joven de 14 años, hijo de una madre soltera quien, para mantener un hogar donde un padre nunca existió, debe ausentarse para limpiar casas ajenas; durante esos tiempos de ausencia Pedro hizo ciertas amistades que el día de hoy lo tienen sentado en una silla, a la par de un Oficial que lo mantiene esposado, todo eso ocurre mientras esperan a que un Juez dicte un veredicto que lamentablemente lo conducirá a estar muchos años preso. Su madre llora, mientras ve como el niño que una vez cargó en brazos, el mismo niño a quien una vez le cambio los pañales y le dio un nombre; es llevado a la fuerza con esposas en sus manos a un lugar donde otros le enseñarán reglas que en su casa nunca le enseñaron.

Y es que en este país este tipo de historias, si bien dolorosas, son del diario vivir, jóvenes y niños cometiendo crímenes, asaltando, hurtando, matando, vendiendo droga, etc. Sin duda alguna todo esto es síntoma de que hay algo en nuestra sociedad que no marcha bien.

¿Raíz del problema? Se podría escribir un tratado completo de orígenes de este fenómeno sin que ninguno encuentre el punto esencial; si bien el Estado se hace de la vista gorda ante este fenómeno, y en vez de crear más y mejores escuelas, con mejores profesores, mejor pagados, escuelas que doten de becas completas a sus alumnos de más bajos recursos y se rijan bajo políticas inclusivas (y por inclusivas me refiero que incluyan a los padres de estos alumnos de escasos recursos); se dedica a gastar miles de millones de colones en carreteras fronterizas, en concesiones cuestionablemente legales y en organizar giras a Europa y Asia para promocionar la “felicidad y prosperidad” del pueblo Tico.

Pero la raíz del problema no es esa, se ha entendido por muchos años que la raíz de todos los problemas es la incapacidad del Estado (entendido en sentido amplio –léase todas las instituciones públicas-), sin embargo se olvida lo fundamental de cada ser, de donde proviene su forma de ser, sus costumbres, sus reglas y hasta su forma de ver las cosas; La Familia.

Familia como centro. Desde que nace; el niño es criado, educado, se le enseña modales, se le enseña a hablar, y se le enseñan reglas, un niño sin reglas es un niño que a la postre hará todo lo que le plazca, creerá que el mundo es suyo que las cosas le pertenecen y que pueden pisotear a otros con el fin de obtener lo que quiere; si a un niño no le se enseña a respetar nunca respetará; no considerará a los demás como seres iguales y vagará por la vida irrespetando la propiedad ajena, la integridad ajena y la vida ajena. Si a un niño no se le enseña que no todas las cosas materiales se pueden tener, dentro de unos años le quitará a sus compañeritos las cosas que le gusten, lapiceros, juguetes, etc. Y luego algunos años después, creerá que puede quitarle el dinero a las personas, sus celulares, sus computadoras e incluso creerá que, para tener lo material que desee, podrá recurrir a cualquier método y no será de extrañar verlo vendiendo sustancias ilícitas para hacerse de ese dinero que “tanto necesita”.

Falta de Valores familiares. Y es que este problema debe ser abarcado desde una perspectiva integral, hoy en día es común ver como niños y jóvenes se consagran en esquinas y en casas viejas y abandonadas, todos con ropas particularmente llamativas (para las autoridades claro está, cuyo principal objetivo es atrapar a todo aquel que vista ropa “chata”), y todos se consagran a ingerir alcohol, drogas, oír Música a altos volúmenes y a esperar a algún pobre peatón pase cerca de ellos para despojarlo de todo. Ante esto es obvio que la población se alarme y critique a la Policía por no estar presente para impedir esos actos. 

Sin embargo, lo que en realidad debe de preguntarse es dónde están los padres y madres de esas criaturas, porque razón permiten que deambulen a tan altas horas de la noche frecuentando sitios peligrosos y juntándose con reconocidas personas miembros de pandillas o con antecedentes Penales.

Esos jóvenes carecen de dirección, no tienen padres o madres que les hayan enseñado el camino correcto, y es esa falta de disciplina, de reglas y la obvia ausencia de valores la que les otorga a todos esos pobres individuos la plena y amplísima libertad de hacer lo que gusten.

Justicia Restaurativa. Nuestra Ley Penal Juvenil, habla sobre la justicia restaurativa, esta ley basa sus pilares en la construcción de una llamada justicia que reintegre las cosas al estado original, o sea como si la acción delictiva nunca se hubiere cometido, busca reintegrar a la sociedad al menor delincuente; pero, desde lo cotidiano, se puede ver como esas palabras no dejan de ser palabras y no pasan del papel a las acciones. Es harto común que la gran mayoría de jóvenes que entran a un centro penal, salen peor de como entraron, y por peor me refiero a más tendencias criminales, con mejores técnicas delictivas, con más contactos, más fuertes y audaces que como entraron una vez que fueron niños.

¿Una solución? Lejos de querer desanimar y proclamar el vaticinio de las futuras generaciones, creo que la única solución eficaz a este fenómeno, es la integración familiar, el diálogo, el consenso dentro del grupo familiar, la unidad de la familia, los valores, las reglas, los castigos que no duelen sino que enseñan y forman al niño y al joven; es no ceder ante sus caprichos, es apartarlo de las malas compañías, es enseñarle de debe estudiar y terminar sus estudios para un día ser una mejor persona con mejores posibilidades que las de sus padres, es escuchar a los hijos pero sobre todo es amarlos, es darles la dirección correcta, dirección que no es otra que el amor y la protección que una madre o un padre o ambos le pueden dar. Con amor, con afecto, le enseñan a respetar reglas y respetar a los demás seres humanos.


Michael Salas Guzmán
Estudiante de la Facultad de Derecho
Universidad de Costa Rica

Artículo publicado en el diario digital el País.cr el 8 de mayo de 2013.

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