domingo, 12 de mayo de 2013

Actos bochornosos y el abuso de poder

Como ya es costumbre en Costa Rica, cada año al llegar la fecha del 11 de abril se conmemora la gesta heroica de un soldado, que de acuerdo con los datos históricos (según me enseñaron en la escuela), se llamó Juan Santamaría, quien aparentemente se envalentonó en 1856 contra unos invasores denominados filibusteros, y a quienes espantó con la ayuda de una tea con la cual provocó un fatídico incendio, esto por cuanto la estrategia de batalla hacía indicar que las armas y los hombres no eran suficientes, por lo que había que sorprenderlos de alguna manera mientras permanecían en un mesón de guerra.

Si estudiamos a profundidad el tema central de la famosa fecha y lo que pudieran representar para nuestro país los hechos sucedidos, muy probablemente toparemos con aspectos trascendentes que sin dudar, marcaron un antes y un después en la vida de los costarricenses. Pero en fin, la idea no es referirme al motivo de la celebración, tampoco se trata de entrar en los detalles de si tal gesta sucedió según como a mí me lo enseñaron, – aprovecho de una vez para disculparme si mi introducción ha sido un poco pintoresca y con ello he afectado los sentimientos de quienes rinden tributo al héroe nacional –, pero lo que se celebra ese día me sirve como marco de referencia para llamar la atención en algo que considero fundamental, se trata básicamente de los límites al poder.

Efectivamente, con la Batalla de Rivas se logró poner límites a un poder expansionista que se presentaba de manera amenazante para la tranquilidad de todo un pueblo. ¡Pero como han cambiado las cosas hoy en día!, parece que nuestras autoridades investidas de poder legítimo para actuar en beneficio del bienestar común, han olvidado que el ejercicio ilimitado del poder conlleva al abuso de quien lo ejerce. Observemos la situación específica:

Cada año en Costa Rica, la celebración de tan importante día es aprovechada por el gobierno de turno, en esa fecha una comitiva del poder ejecutivo con sus mejores galas, se enrumba hacia el cantón central de Alajuela con la finalidad de convertirse en un participante más de la fiesta, pero además, aprovecha la ocasión para cumplir con un acto protocolario y reseñar lo acontecido en la gesta heroica de aquel entonces.

Lastimosamente, lo sucedido este año 2013 donde se impidió la participación de los ciudadanos en el acto cívico oficial (muchos de ellos familiares de los niños y jóvenes que se disponían a desfilar para darle alegría a la actividad) dejó demostrado que el uso excesivo de poder materializado con el cierre del paso a quienes querían participar como observadores, no es más que un ejemplo claro de abuso peligroso, y quedó demostrado que la altanería de quienes giraron órdenes de proceder del modo en que lo hicieron, lo único que lograron fue encender más el disgusto generalizado de los ciudadanos, hacia las formas utilizadas actualmente para intentar gobernar.

Se faltó al respeto de una comunidad nacional representada por quienes sufrieron el agravio en ese momento, se faltó al respeto de personas valientes que en 1856 quisieron poner un límite al poder de quienes pretendían invadir el territorio, se faltó al respeto al homenajeado, ¿a cuál anfitrión le gustaría que algunos de sus invitados, se tomen el atrevimiento de negar arbitrariamente la entrada a otros invitados, justo antes de empezar la fiesta? Definitivamente, se cometieron actos bochornosos (vergonzosos) gracias al ejercicio ilimitado del poder.

En ese contexto, resulta importante plantear un criterio de cómo entiendo el poder y porqué lo traigo a colación con lo sucedido en la celebración a la cual me he venido refiriendo.

Es indiscutible que en una sociedad organizada, algunos tendrán la difícil tarea de coordinar o dirigir cada aspecto de la vida en comunidad, esto lo entendemos y lo aceptamos, así lo decidimos al escoger al gobernante, al líder, a los representantes, etc., pero debe tenerse presente que esa tarea de coordinación nace para una finalidad y que detrás de esa finalidad nace a la vez de manera automática una limitación, la cual resumo en lo siguiente: quien está legitimado para coordinar o dirigir, no está facultado para cumplir los fines bajo un esquema de abusos.

Entonces, si se otorga un poder legitimado y por ende se adquiere la potestad de ejercerlo, esto debe suceder en un régimen de confianza para cumplir con los mandatos, dicha confianza no puede ser vulnerada por quien ejerce el poder, nace una especie de reciprocidad.

Ante este panorama no puede aceptarse que amparados en el poder, se hayan ejecutado actos para impedir la participación libre de ciudadanos en una fiesta de carácter nacional, y no es justo valerse de la ocasión para intentar obstaculizar la actividad protocolaria de quienes tradicionalmente la festejan.

Habrá que sumarle a la historia que en el año 2013 se empañó la celebración del 11 de abril, con actos provocados por un ejercicio abusivo de poder, en esta ocasión no se respetaron los límites, lo cual suena contradictorio si pensamos que en 1856 sí se pudo poner fin a la idea abusiva de los filibusteros. Entonces, la tea sigue encendida y el mesón continúa sin quemar.


Rodrigo Rodríguez Arrieta
Estudiante de la Facultad de Derecho
Universidad de Costa Rica

Artículo publicado en el diario digital El País.cr el 8 de mayo de 2013.

http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/80996

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