viernes, 26 de abril de 2013

La Falacia del “Usted está utilizando una falacia”

Basta con tener los primeros contactos con el mundo académico para empezar a escuchar hablar sobre falacias. Sin necesidad de matricular un curso de Lógica, el tema de los argumentos falaces comienza muy pronto a ser parte de la lista básica de conceptos de un estudiante universitario. Esto porque desde los cursos más introductorios, se enseña que si hay algo que se debe saber para llevar a cabo una buena argumentación, es conocer las falacias y sobre todo, buscarlas en el discurso de quien expone una idea contraria a la propia.

En discusiones en pasillos, debates en aulas, e incluso en mesas redondas de expertos y en artículos tanto científicos como de opinión (por poner algunos ejemplos de lo que llamaremos “debates académicos”), el juego de señalar los vicios lógicos en que incurren las partes contrarias en sus discursos, parece ser una herramienta que se encuentra a la orden del día para todo argumentador.

Siguiendo una idea básica del concepto de falacia, se entiende ésta como un error en la forma en que se razona un argumento, o razonamiento incorrecto (Copi), normalmente utilizado con fines persuasivos, lo cual no implica que se pueda incurrir en ello por otros motivos, como un simple descuido, ignorancia o “auto-engaño” (Salas), sobre el error en que se cae. Cabe señalar que lo que se cuestiona no es la veracidad o falsedad del argumento, sino la forma en que se llega a él.

Normalmente es posible encontrar una clasificación entre falacias formales y falacias no formales. La existencia de falacias formales se ve sujeta a sistemas de inferencia lógica (premisas y conclusión) ya conocidos; por ejemplo, modus ponens, modus tollens, silogismo disyuntivo, entre otros, asemejándose a ellos con la diferencia de que presentan un error a la hora formular la conclusión. Sin embargo, las falacias formales no son las que interesan precisamente para el caso en cuestión.

Las falacias no formales son las que más se pueden encontrar de diario en los debates académicos (sin excluir que aparezcan en otros tipos de discusiones). Éstas no se encuentran sujetas a algún sistema de razonamiento específico, sino que sus fuentes son muy diversas, lo que genera una lista muy amplia y variada de posibles falacias informales, y en este punto es donde se genera la problemática que nos interesa.

Hay falacias no formales muy comunes, por lo que algunos autores mantienen uniformidad al hablar de ellas. Irving Copi señala por ejemplo las falacias ad baculum (apelación a la fuerza), ad hominem (ofender al contrario), ad populum (recurrir al sentimiento popular). Otros dedican trabajos sobre una propia falacia no formal, como la falacia naturalista, derivada del pensamiento de David Hume, y la falacia del todo, explicada por Fernando Savater.

En nuestro medio local, el profesor Pedro Haba utiliza por ejemplo la concepción de “wishful thinking” en algunos de sus textos, que puede ser entendida en una discusión como una falacia; y la obra del profesor Minor Salas, “Yo me engaño, tú te engañas, él se…”, que presenta una serie de falacias y sofismas comunes en los debates principalmente propios de las Ciencias Sociales, probando que la lista de falacias que se pueden encontrar es sumamente extensa.

El punto central es que esta gama casi ilimitada de falacias no formales que pueden existir, teniendo en cuenta los difusos parámetros que existen para determinarlas, y sumado la tendencia, anteriormente indicada, a señalar las falacias del “adversario” (desde el punto de vista de la discusión académica), como principal herramienta de contra argumentación, ha llevado a una relativización de lo que son las falacias (en la práctica argumentativa, claro está), en la que casi cualquier razonamiento puede ser etiquetado de esa manera.

La situación anterior comienza a tomar más la apariencia de una técnica de persuasión, que una preocupación por sanear una discusión de vicios lógicos. Se realiza a veces sin fundamento, y se parece a aquello a lo que busca enfrentarse; se convierte en un argumento falaz, en una falacia de “usted está utilizando una falacia”, útil cuando se quiera cambiar el tema, o cuando no se tenga una respuesta válida a lo que propone el adversario.

Como técnica argumentativa, es igualmente de aceptable que cualquier otra falacia o herramienta de persuasión, pero con el precio de quitarle riqueza a la discusión. Resulta más atractivo e incluso más productivo, tanto para las partes como para el auditorio, que la discusión se realice con argumentos válidos, de peso y bien formulados. Es por ello que debe fomentarse este tipo de debates, y dejar de incentivar tanto en aulas como en otras formas de actividad académica, el juego de falacia-no falacia que empaña cualquier (potencialmente) buena discusión.

Luis Richmond Portuguez   
Estudiante de la Facultad de Derecho
Universidad de Costa Rica

Artículo publicado en el diario digital El País.cr el viernes 26 de abril de 2013.

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