viernes, 5 de julio de 2013

El egoísmo en cualquier tipo de lobo

Cuando se piensa sobre la vida y las obras de personas como la Madre Teresa de Calcuta, Gandhi, Marcelino Champagnat, Nelson Mandela y otras figuras históricas que sobresalieron por sus esfuerzos altruistas, por lo general el razonamiento que se genera es un análisis acerca del desprendimiento de los intereses personales de cada uno para abrirle campo al bienestar de los que los necesitaron en esos momentos. Por la naturaleza misma de las conductas de estos pilares morales de la sociedad, es visto con recelo que alguien se atreva a describir la fuente de la bondad que sirve de motor para dichas conductas, pero sin temor a la censura trataré de relatar, lo que a mi parecer, constituye el backround de esa descripción.

El filósofo inglés Thomas Hobbes adaptó en su obra Leviatán la frase originaria del comediógrafo latino Tito Macio Plauto “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”, la simplificó y la utilizó dentro de su obra como “El hombre es el lobo del hombre”, y da a entender que el ser humano cuenta con un egoísmo inherente. En este caso se utilizará esta frase como eje central pero no para los fines del pensador supra citado (justificar la “necesidad” de una monarquía absoluta para controlar las atrocidades de las que es capaz el ser humano en vista de dicho egoísmo), sino para delimitar el tren de pensamiento y sentar un punto de partida.

El hombre es egoísta por naturaleza, pero es esencial no ver este tipo de egoismo desde una perspectiva morbosa o sombría. Me refiero a un egoísmo en tanto las prioridades de cada individuo establecen un panel de características personales, que inevitablemente van formar el carácter de cada persona. De tal manera que todas las actividades que un ser humano realiza, llevan como timonel el interés por la satisfacción de sus deseos o necesidades personales.

Cualquier conducta (teleológicamente mala o buena) va teñida por la jerarquía de intereses individuales, es decir, las buenas acciones simbolizan una escala de prioridades que socialmente suscitan empatía, y es por eso que a los personajes mencionados anteriormente se les recuerda con tanta estima y admiración. Por otro lado, las conductas tachadas o censuradas de los históricos “villanos”, permiten visualizar un orden de prioridades siniestro y lejano de una construcción moral sana.

Ahora bien, la materialización de este egoísmo lo propongo de la siguiente manera: una mujer camina por la calle y encuentra a un indigente que le solicita ayuda económica para un plato de comida, la mujer registra su bolso y saca un billete de dos mil colones, se lo entrega al caballero y sigue su camino; en otro punto espacial y temporal, el cura Marcelino Champagnat sale del seno familiar a los 14 años para dedicar su vida entera a atender huérfanos y niños de escasos recursos en zonas marginales de la Francia posrevolucionaria. De acuerdo con lo explicado anteriormente, la mujer se desprendió del dinero para que el señor pudiera comer, en tanto la idealización de ese resultado le provoca satisfacción a mujer, de la misma manera, el filántropo francés encontraba una zona de confort sabiendo que sus acciones iban a tener repercusiones positivas en la vida de los jóvenes que ayudaba.

Una persona que arriesga su integridad física para auxiliar a un gato que se está ahogando en una piscina, lo hace porque en su escala de prioridades vale la pena exponerse a las consecuencias de esa acción en virtud de la salud del felino, e inevitablemente sentirá satisfacción, independientemente del resultado, por haber hecho lo que se había establecido como apropiado. En síntesis, el buen obrar surge de la capacidad de una persona para reconocer y aceptar como móvil de acción situaciones que favorecerán a los que le rodean y no tanto la búsqueda de un resultado positivo directo.

La finalidad de lo esbozado no es subestimar las buenas intenciones o justificar las malas, sino dar un punto de vista de lo que las provoca y (tal vez) ayudar a establecer un método para estandarizar esta construcción. A final de cuentas no esta tan lejos la cura del mundo.


José Pablo Martínez Miranda
Estudiante de la Facultad de Derecho
Universidad de Costa Rica


Artículo publicado en el diario digital elPais.cr el 5 de julio de 2013.
http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/83173

No hay comentarios.:

Publicar un comentario